Monday, December 08, 2008

Hiroshima

"On se rencontre partout dans le monde. Ce qui importe,
c'est ce qui s'ensuit de ces rencontres quotidiennes."
Marguerite Duras

…Probablemente cada uno traiga consigo a esta cita,
su propio pueblo y detrás de éste
se halle una patria con su historia,
con su río, sus niños, con su memoria,
alguien sentado en un puente,
alguien que mira el río,
un niño que se para en la memoria;
también las tristezas, la guerra, los muertos,
los que vivieron para contarlo,
también los heridos que se supieron salvos,
y los muertos a los que sólo queda mencionarlos.

Probablemente cada uno traiga consigo a este encuentro,
nada más que las manos y los ojos,
y detrás de ellos, se hallen
nada más que las uñas y los labios,
y no las palabras, ni las diferencias, ni el pasado,
que se vuelven a veces tan pesados,
para flotar entre los sueños;
mientras anidan en el vientre las manos,
en la espalda tropiezan la uñas,
en los ojos descansan los labios,
también los hombros y las mejillas que a esa hora
se supieron prójimos,
dejando ir los suspiros a los que sólo queda enumerarlos.

Probablemente cada uno lleve consigo al final de esta casualidad,
su propio ocaso, y detrás de éste
se halle aquel relato de una tarde
donde en medio de lo que fue el pueblo,
la patria, el río, la memoria,
la guerra, los heridos y las bombas,
hubo espacio entre el péndulo y el horizonte
para soñar la paz…

Despedidas

(…A Helena por ser parte
de este encuentro…)
Despedirse siempre cuesta tanto,
y no es tanto la despedida, sino,
los encuentros en la inconsolable memoria,
los que duelen;
esos interminables, los eternos adioses
que no acaban de alejarse,
y agitan una y otra vez su mano
desde el umbral del recuerdo;

como si los recuerdos tuvieran manos,
y éstas pañuelos que se deshacen en la silueta
que dibuja la cortina en las tardes soleadas y cálidas
vestidas de vacío y ausencias;

como si las cortinas terminaran en olas,
y éstas alimentaran un tsunami
que se ahoga aquí en este risco
debajo de mi cuello,
y se desvanecen en el viento que exhalo
cuando pienso que he olvidado;
para entender al final,
que los adioses nunca terminan
porque de alguna manera aprenden
a colarse por la ventana
atravesar las paredes
tocarnos el hombro en la noche
y convertirse en apariciones de la memoria.